A modo de preámbulo

Hace apenas seis décadas que los tranvías dejaron de ser el principal medio de transporte público con que contaba La Habana. Entonces unas treinta líneas eran servidas por cientos de carros eléctricos que recorrían diariamente miles de millas por toda la ciudad, enlazando áreas residenciales con parques industriales, hoteles con centros nocturnos, mercados y centros comerciales con escuelas y repartos. La vida iba a la par del tranvía. Paraderos, plantas eléctricas, estaciones y oficinas, eran elementos de un paisaje urbano desgraciadamente llamado a desaparecer...

Todo esto fue el tranvía. Raíles que horadaron calles y avenidas que llegan, inutilizados, a nuestros días, cables aéreos entretejidos en tupida red de cobre y bronce, ruidos y silencios sumergidos en la historia de los barrios y sus habitantes, huella arquitectónica, histórica y cultural reflejo de los ritmos trepidantes de la modernidad...

En esencia, un aval más que suficiente para ser recordados por todo lo que hizo por nuestra ciudad...

viernes, 23 de octubre de 2015

Los orígenes del tranvía de "sangre" habanero (1)

Cruce de líneas de tranvías en la intersección de las calzadas de Belascoaín y San Lázaro, dos arterias vitales de la movilidad urbana en la capital desde las primeras décadas del siglo XIX.
La Habana de la segunda mitad del siglo XIX tenía varias líneas de ferrocarriles que permitían conectar las zonas productoras azucareras del Sur y el Este con el puerto. Ningún itinerario ferroviario brindaba servicio de transportación de pasajeros al interior de la ciudad y prácticamente era embrionaria la conexión con los poblados allende las murallas. Tampoco fue asumida esta tarea, entre otros factores debido a las limitaciones tecnológicas, por las irregulares líneas de quitrines, calesas y ómnibus, con un peso cuantitativo en la movilidad urbana limitado. Esta función le correspondió al tranvía de trancción animal o de "sangre", introducido para remodelar el sistema de transporte público existente y masificar el movimiento de pasajeros en la capital. 

Una imagen quizás de finales del siglo XIX o principios del XX, de la calzada de Carlos III, Puede observarse, a la izquierda, la línea de tranvía de tracción animal y al centro, un coche de caballos (ómnibus), puesto en explotación por la misma empresa.
La primera concesión que sentó las bases para el reinado del tranvía entre los medios de transportación de La Habana fue el Real Decreto del 5 de febrero de 1859, mediante el cua la Empresa del Ferrocarril Urbano de La Habana, administrada por el ciudadano español José Domingo Trigo (pionero del tranvía madrileño) podía poner en funcionamiento cuatro itinerarios de tranvías que cubrían una parte considerable de la ciudad habitada. 
Sin embargo, es importante decir que no fue la primera compañía de su tipo iniciada en Cuba, pues le precedería por más de una década el llamado “tranvía de Guanabacoa”, un modesto servicio de transporte urbano con el propósito de enlazar dos poblados ultramarinos, Guanabacoa y Regla.
Los tranvías permanecieron durante todo el siglo XIX movidos por tracción animal. Habría que esperar el fin de la contienda bélica del año 1895 y que apareciera el financiamiento necesario para emprender la titánica obra de introducir la electricidad en las líneas de tranvías de La Habana, privilegio que estaría destinado, ya en el siglo xx, al capital foráneo.